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Cometisteis el peor de los pecados, ser viejos en un mundo que niega el derecho a la dignidad y a la vida a quienes, como vosotras y vosotros, lo disteis todo por quienes venimos detrás. Cometisteis el peor de los delitos, no ser productivos para una sociedad que os considera una carga, un gasto inútil, superfluo e innecesario. Porque este mundo neoliberal de cañas y frutas no os quiere en él. Sois muy caros, sin vosotros pagaríamos menos impuestos, esa es su lógica, una lógica criminal y asesina que ni siquiera tiene el menor sentimiento de culpa por haberos arrebatado la vida. De todas formas, ibais a morir igual, ¿no? No, señora presidenta, no. Son muchas y diferentes las formas de morir. No es lo mismo morir solo que hacerlo rodeado de los tuyos, no es lo mismo morir atendido que hacerlo sin cuidados paliativos, no es lo mismo morir asustado que hacerlo sintiéndote amado. Pero hay algo mucho peor en lo que sus protocolos hicieron: decidir a quién se intentaba salvar y a quién no y, sobre todo, haberlo hecho no por consideraciones médicas, sino por crudas razones económicas. ¡Quien se lo pueda pagar, que viva! ¡Viva el neoliberalismo! ¡Paguemos menos impuestos! Y, como dijo una diputada de su partido en el Parlamento no hace tanto: ¡Que se jodan!

Lo más dramático es que su mensaje cala en la gente joven. Duele, y mucho, ver hoy a jóvenes cuestionando el derecho de los mayores a una pensión digna. Una pensión no es una dádiva, un regalo o una acción de caridad. Es un derecho, es lo que la sociedad debe a esos mayores por todo lo que han trabajado y cotizado durante toda su vida. Como también es un derecho tener una sanidad pública gratuita y de calidad para todos, un derecho que se negó deliberadamente a 7.291 personas y que hoy pretenden negarnos a todos para que unos pocos hagan el gran negocio con su privatización.

La muerte de esas 7.291 personas nos demostró a dónde nos llevan las políticas de privatizaciones y bajadas de impuestos. Que haya diferencias en la esperanza de vida entre los barrios ricos y los pobres es una muestra de la injusticia social en la que vivimos, pero lo que nos enseñó la pandemia es que con la política neoliberal no ya los años que vivirás, sino el mismo derecho a vivir o no depende de si tienes dinero o un seguro, o si no lo tienes. Hoy, cinco años después de aquella injusticia criminal, una pequeña grieta se abre en el tupido, oscuro y muchas veces incomprensible muro de los tribunales. En uno de ellos, al fin, se va a investigar lo que ocurrió.

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