Azufaifos

Azufaifo. Qué hermosa palabra. Como muy fricativa. Bien diferente de su correspondiente catalán gínjol, igualmente bonita. Creo que vi por primera vez un azufaifo aquella vez que mi tía -hermana mayor de mi madre- se estaba comiendo uno en la cocina de casa. Lo quise probar y no me gustó nada. Seguramente lo escupí. En cambio ahora, desde hace dos otoños, no paro de comerlos. No sé qué extraña evolución se ha dado en mí. Pero bueno, es muy normal que algo que nos repele de repente nos guste. Y viceversa. Tal vez ahora me parezca una fruta muy de temporada que cada año está de paso solamente de septiembre a noviembre. Por eso hay que apurar. Nada que ver con la naranja, el plátano o el melón, que ya se pueden comer siempre. Por no hablar de las verduras. No, el azufaifo sigue siendo muy estricto: o lo comes antes del invierno o ya tienes que esperar otro año. El azufaifo tiene un sabor bien particular, dulce pero no demasiado. Es un sí pero no.

Noticias relacionadas

Esto del sí pero no es algo que a mí me define bastante bien. Cuántas veces no me decanto yo por esta expresión para referirme a algo que no es exactamente lo que parece. Ya está Neus poniéndole pegas a todo, diría mi madre. Y es que yo soy muy sí pero no, aunque solo de pensamiento; al final no digo nada por no molestar. En fin, que en poco tiempo se ha convertido en una fruta imprescindible en mi calendario. Al principio es de color verde, pero poco a poco se va volviendo marrón. Si no te lo comes en este momento, su piel se va arrugando y llega a parecer que está vacío, como una funda de algo que ha desaparecido. Y, además, el azufaifo tiene un montón de propiedades beneficiosas para nuestra salud. Es rico en antioxidantes y mejora la digestión. Es una excelente fuente de vitamina C. Y también un buen relajante. ¡Ah, y encima no engorda! ¿Qué más se puede pedir? Pruébenlo.

Enlace de origen : Azufaifos