Menorca es esa isla del Mediterráneo que te roba el corazón. Tranquila, con calas de agua cristalina, pueblos que parecen sacados de una postal y un ambiente que invita a tomárselo todo con calma. Si te gusta moverte a tu ritmo, sin horarios fijos y con libertad total para explorar, hacer un roadtrip por Menorca puede ser la mejor decisión de tus vacaciones. Te contamos cómo organizarlo bien, qué lugares deberías marcar sí o sí en el mapa y algunos trucos que te van a venir genial para exprimir la experiencia.
¿Cuándo ir? La clave está en elegir bien la fecha
Hablando claro, si puedes evitar el pico del verano (julio y agosto), mucho mejor. Menorca en mayo, junio o septiembre es una maravilla. Hace calor, pero sin agobiar. Hay menos gente, las carreteras están más despejadas y hasta los atardeceres se disfrutan con más calma. Además, encontrar sitio para aparcar cerca de las calas es mucho más fácil.
Ten una ruta en mente, pero deja espacio para la improvisación
Aunque la isla no es muy grande, tiene diferentes rincones que valen la pena. Lo más práctico es trazar una ruta base: ir de Maó a Ciutadella (o al revés) y hacer paradas en los sitios que más te llamen la atención. La carretera principal (la Me-1) cruza la isla de punta a punta, y desde ahí puedes ir bajando o subiendo a calas y pueblos.
Lleva alguna app de mapas, pero no te obsesiones con tenerlo todo medido. Parte de la gracia de un roadtrip es dejarse llevar. A veces, lo mejor del viaje aparece cuando te sales un poco del plan.
Las calas más especiales y cómo llegar a ellas
Ir a Menorca y no bañarte en sus calas es como ir a París y no ver la Torre Eiffel. Las del sur son más «de postal»: aguas turquesa, arena blanca y vegetación alrededor. Algunas que no te puedes perder son Cala Macarella, Cala Mitjana o Son Bou.
El norte es distinto; más salvaje, más rojizo, pero igual de espectacular. ¿Las mejores? Cala Pregonda y Cavalleria. Algunas requieren un poco de caminata, pero el paisaje te lo va a agradecer.
También puedes probar tramos del famoso Camí de Cavalls, un sendero que da la vuelta entera a la isla. Puedes hacer pequeñas rutas desde diferentes puntos, y te vas a encontrar con vistas espectaculares y calas más escondidas.
Y si te apetece ver la isla desde otra perspectiva, otra opción es hacer alguna excursión marítima. Muchas calas sólo se pueden ver desde el mar, y navegar junto a los acantilados, parar a nadar en una cala escondida o ver la puesta de sol desde una embarcación es simplemente mágico. Por eso, si tienes ocasión, descubre Menorca en barco y termina de enamorarte de esta isla desde todos sus ángulos.
Pueblos que te van a encantar
Menorca no son solo playas, y quien diga lo contrario, se está perdiendo lo mejor. Maó, la capital, tiene un puerto impresionante, un mercado y unas vistas preciosas. Da un paseo por su centro, prueba un queso de Mahón auténtico y toma algo en alguna terraza con vistas.
Ciutadella, en el otro extremo de la isla, es puro encanto. Sus callejuelas de piedra, la catedral, los bares junto al puerto… todo tiene ese aire tranquilo y señorial que te hace querer quedarte más días.
Otros pueblos que merecen la pena son Es Mercadal, en el centro de la isla, que es ideal para subir al El Toro; Fornells, si te apetece comer bien junto al mar; y Binibèquer Vell, ese lugar de casitas blancas que parece salido de un cuento.
Comer bien también es parte del viaje
En Fornells, por ejemplo, tienes la famosa caldereta de langosta, que es todo un clásico. Pero también puedes ir de picnic; compras productos locales en el mercado (queso, embutidos, pan rústico, fruta…) y te creas una comida improvisada con vistas al mar. No te vayas sin probar el gin amb llimonada, la bebida típica.