Este ambicioso plan, que será formalmente aprobado en marzo de 2026, representa una hoja de ruta crucial para la segunda economía mundial. Las «sugerencias» de la cúpula del PCCh detallan cómo Pekín pretende reforzar su mercado interno, elevando «de forma notable la tasa de consumo de los hogares» y «reforzar el papel de la demanda interna como motor principal del crecimiento». Para ello, se contemplan acciones específicas como «impulsar el consumo» mediante el aumento «razonable de la proporción del gasto en servicios públicos» y la eliminación de «restricciones poco razonables al consumo en automóviles y vivienda». La atención se centra en aumentar el poder adquisitivo de las familias, un aspecto crítico tras años de consumo moderado, según análisis de diversos expertos económicos.
Fomento del consumo y Bienestar Social
El plan quinquenal dedica una sección significativa al fortalecimiento del mercado interno y al incremento del poder adquisitivo de los hogares. Este enfoque responde a la necesidad de revertir una tendencia de consumo débil que ha caracterizado a la economía china en los últimos años, un desafío que diversos expertos han calificado como urgente. Para lograrlo, las recomendaciones no solo proponen ampliar la oferta de bienes y servicios, sino también «estandarizar el sistema de incentivos fiscales», lo que podría implicar desde deducciones para ciertos gastos hasta subvenciones directas para fomentar la compra. Asimismo, se busca «fomentar el desarrollo de nuevas formas de consumo digital y de servicios», abriendo la puerta a la innovación en plataformas de comercio electrónico, servicios de suscripción y experiencias virtuales, que ya han demostrado su potencial de crecimiento.
Un pilar fundamental de esta estrategia es el refuerzo de los servicios públicos, con el objetivo explícito de aumentar la capacidad de gasto de las familias. Esto se materializará a través de medidas concretas como «mejorar» la cobertura de los seguros médicos, de pensiones y de desempleo, proporcionando una red de seguridad más robusta para los ciudadanos. Además, se prevé «reforzar» los mecanismos de asistencia destinados a los colectivos más vulnerables, garantizando un soporte básico. Esta orientación marca un cambio notable, ya que durante años, el gobierno de Pekín había mostrado cierta reticencia a expandir las protecciones sociales, influenciado por las críticas del presidente Xi Jinping al concepto de «asistencialismo». Sin embargo, las prioridades actuales incluyen una clara expansión del gasto social y una mejora sustancial de las políticas de protección de los consumidores, junto con la implementación de un sistema integral que respalde la demanda interna a través de políticas de empleo, ingresos y previsión social.
Apoyo a la economía privada
Otro eje central del plan es el apoyo decidido a la economía privada. Las recomendaciones enfatizan la necesidad de «estimular plenamente la vitalidad de todo tipo de entidades de mercado» y de «promover el desarrollo conjunto de las diversas formas de propiedad», lo que sugiere un reconocimiento de la importancia del sector privado para el dinamismo económico. En este sentido, el documento anticipa la futura implementación de una «Ley de Promoción de la Economía Privada». Esta legislación buscará «garantizar, por medios legales e institucionales, el acceso equitativo a los factores de producción», como el capital, la tierra o la mano de obra, así como la «participación justa en la competencia de mercado» y la «protección efectiva de los derechos e intereses legítimos» de las empresas privadas. El objetivo final es claro: «desarrollar y expandir la economía privada» de manera sostenible.
Esta iniciativa cobra especial relevancia si se considera el contexto del último lustro (2020-2025), durante el cual algunos sectores clave de la economía china, especialmente el tecnológico y el educativo, se vieron afectados por intensas campañas regulatorias. Estas acciones generaron incertidumbre y, en ocasiones, frenaron la inversión. Consciente de ello, el nuevo plan quinquenal aconseja «fortalecer la protección judicial de la propiedad» y «mejorar la supervisión de la aplicación de medidas coercitivas como embargos, incautaciones o congelaciones». La meta es clara: «crear un entorno empresarial de primer nivel, orientado al mercado, basado en la ley e internacionalizado», lo que podría restaurar la confianza de los inversores y emprendedores privados.
Potencia financiera global
El plan quinquenal 2026-2030 establece un objetivo ambicioso: que China acelere su desarrollo para consolidarse como una «potencia financiera» a nivel global. Para alcanzar esta meta, el documento subraya la necesidad de «mejorar la eficacia de la gobernanza macroeconómica», lo que implica una coordinación más estrecha y eficiente entre la política fiscal y la monetaria. Esta sinergia es crucial para mantener la estabilidad económica y fomentar un crecimiento sostenible en un entorno global volátil. La visión de una potencia financiera no solo se limita a la acumulación de capital, sino también a la innovación y la regulación.
En este sentido, las recomendaciones proponen «desarrollar las finanzas tecnológicas, verdes, inclusivas, de pensiones y digitales». Esto abarca desde el impulso de la tecnología financiera (fintech), que ya es un sector pujante en China, hasta la promoción de inversiones sostenibles y respetuosas con el medio ambiente (finanzas verdes). Las finanzas inclusivas buscan ampliar el acceso a servicios financieros para segmentos de la población tradicionalmente desatendidos, mientras que las finanzas de pensiones buscan asegurar el bienestar de una población que envejece. Las finanzas digitales, por su parte, consolidarán la infraestructura de pagos y transacciones electrónicas. Además, el plan busca «acelerar la construcción del centro financiero internacional de Shanghái», reforzando su papel como hub global, y «fortalecer la supervisión financiera integral» para «garantizar el funcionamiento estable y seguro» de todo el sistema económico.
Avances decisivos en tecnología
Una de las prioridades más estratégicas del XV Plan Quinquenal es la de «lograr avances decisivos en tecnologías clave» y «acelerar la autosuficiencia científica y tecnológica». Este objetivo es fundamental para la modernización del país y se enmarca en un contexto de creciente pugna tecnológica y científica con Estados Unidos, que ha impuesto restricciones a la exportación de ciertas tecnologías a China. La autosuficiencia se convierte así en una cuestión de seguridad nacional y de soberanía económica. Los ámbitos específicos donde se buscarán estos avances incluyen los semiconductores, un sector crítico donde China aún depende en gran medida de la tecnología extranjera; la maquinaria industrial avanzada, esencial para la modernización de su base manufacturera; los materiales de nueva generación, que son la base de muchas innovaciones; el software básico, para reducir la dependencia de sistemas operativos y aplicaciones foráneas; y la biomanufactura, un campo con enorme potencial en medicina y producción sostenible.
Más allá de estas áreas fundamentales, el documento también pone el foco en el desarrollo de las «industrias del futuro». Estas incluyen la tecnología cuántica, con aplicaciones en computación y criptografía; la energía de hidrógeno y de fusión nuclear, como soluciones energéticas limpias y de largo plazo; las interfaces cerebro-computadora, que prometen revolucionar la interacción humana con la tecnología; y las comunicaciones móviles de sexta generación (6G), que superarán las capacidades del actual 5G. Estos sectores están llamados a convertirse en «nuevos motores de crecimiento económico», impulsando la innovación y generando nuevas oportunidades de negocio y empleo, consolidando la posición de China como líder tecnológico global.
La elaboración de este XV Plan Quinquenal se produce en un momento de coyuntura nacional compleja, que lo diferencia significativamente del plan anterior (2021-2025). Más allá de las tensiones geopolíticas y los problemas internacionales, China enfrenta desafíos internos de gran calado. Entre ellos, destaca la prolongada crisis inmobiliaria, que ha afectado a grandes promotoras y ha generado incertidumbre en el mercado. A esto se suma la persistente debilidad del consumo, que el nuevo plan busca revertir con urgencia, y un creciente desempleo juvenil, que representa un reto social y económico importante para el gobierno. Otros factores demográficos y económicos que marcan el contexto actual son el envejecimiento acelerado de la población, que plantea presiones sobre los sistemas de pensiones y salud, y la amenaza de la deflación, un fenómeno que podría frenar aún más el gasto y la inversión. Estos elementos configuran un panorama que exige respuestas estratégicas y audaces, y el XV Plan Quinquenal se presenta como la herramienta fundamental para abordar estas cuestiones y dirigir a China hacia una senda de crecimiento más equilibrado y sostenible.