El apagón no fue un accidente, sino la consecuencia

¿De verdad 60 millones de personas sin luz en pleno 2025 es algo que puede pasar sin más? ¿Vamos a normalizar que se vaya la luz como si esto fuera un país sin recursos ni previsión? Lo ocurrido el 28 y 29 de abril no es un simple fallo técnico. Fue el mayor apagón de nuestra historia, y lo peor es que era evitable. Pero cuando se antepone la ideología a la ingeniería, pasan estas cosas. Y el responsable tiene nombre y apellidos: Pedro Sánchez y su Gobierno.

No fue por falta de alertas. Desde el Partido Popular, desde comunidades autónomas, desde Europa, se advirtió que el sistema eléctrico estaba desequilibrado, frágil y sin capacidad de reacción ante picos de demanda o fallos en la red. Pero el Gobierno prefirió reírse, tachar de «agoreros» a quienes sabían de lo que hablaban y mirar hacia otro lado. La propia Red Europea de Gestores de Redes de Transporte de Electricidad dijo que España es el país con mayor riesgo de apagón de toda la UE. Y aun así, el Ministerio de Transición Ecológica decidió no hacer nada. ¿Por qué? Porque reconocerlo habría supuesto asumir errores. Y este Gobierno no está para eso.

La empresa que gestiona todo el sistema eléctrico, Red Eléctrica de España (REE), está presidida por una exministra socialista, nombrada a dedo por Sánchez. El Gobierno es su mayor accionista. ¿Y ahora pretenden convencernos de que el fallo fue culpa de «operadores privados»? Por favor. Su gestión responde a decisiones políticas y a intereses de partido. Y eso es gravísimo cuando hablamos de algo tan esencial como el suministro eléctrico.

Sin duda, el Gobierno ha apostado todo a las energías renovables, que son necesarias, sí, pero no suficientes por sí solas. Eliminar la energía nuclear —una fuente limpia, estable y segura— por motivos puramente ideológicos es una temeridad. Más aún cuando Europa la está declarando esencial para el futuro energético. Las renovables no garantizan el suministro constante. Son intermitentes, dependen del viento, del sol. ¿Y cuando no hay sol ni viento? Pues eso: se va la luz.
¿Puede volver a pasar? Por supuesto. Mientras no se refuercen las interconexiones, no se invierta en redes y no se recupere el equilibrio energético, volverá a pasar. Y esta vez podría ser peor. Pero claro, en Moncloa ya están trabajando en el relato, no en la solución. Porque eso es lo que les preocupa: la narrativa, no la realidad.

Basta ya de excusas. Basta ya de colocar a amigos en puestos clave. Basta ya de gobernar con pancartas. La seguridad energética no se improvisa, no se finge, no se maquilla. O se garantiza con criterios técnicos y sentido común, o pasa lo que ha pasado. Y lo que ha pasado no fue un accidente. Fue una consecuencia. Y tiene responsables.

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