El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, confirmó la semana pasada en Palma lo que todas las empresas, en Balears o en cualquier punto de España, venimos padeciendo desde hace meses: el incremento imparable, hasta niveles récord en Europa, del triste fenómeno del absentismo laboral. Según la CEOE, un millón seiscientas mil personas faltan a su trabajo cada día, con un coste anual de 32.000 millones de euros para las Administraciones y las empresas, sin hablar del perjuicio que se causa a éstas y a los compañeros de trabajo de los absentistas. Como gran empresa multinacional del sector, los datos de Meliá pueden resultar ilustrativos: frente a un nivel medio de absentismo del 11% en España, la cifra se reduce al 6,9% en Alemania, al 2,9% en Reino Unido, o hasta el 1,28% en México. Las diferencias por países ponen de manifiesto que la enfermedad común o los accidentes laborales no bastan por sí solos, para explicar las cifras del absentismo en España.
Existe un consenso en cuanto a las causas de este fenómeno, que se califica ya de «estructural» y no «coyuntural», porque, además de factores regulatorios que no incentivan la asistencia al trabajo o directamente lo desincentivan, de la escasa flexibilidad de los horarios, de la ineficiencia y deficiente coordinación en muchos casos de la atención primaria y el entorno sanitario, se vislumbra cada vez más un componente cultural, que aúna la insatisfacción en el trabajo con la ausencia de compromiso.
Esta complejidad de factores hace que la solución deba ser, también, compleja: por parte de la empresa, ofreciendo buenas condiciones laborales, prevención de riesgos laborales, facilitando en lo posible la flexibilidad, promoviendo hábitos saludables y acompañamiento en materia de salud física y mental a los trabajadores. Sabemos que una buena gestión de personas, y sobre todo, un alto índice de compromiso laboral reduce el absentismo, y estamos altamente comprometidos con ello.
Pero requerimos también un compromiso de las administraciones, que tienen las palancas para cambiar esta tendencia perversa: terminando con la excesiva facilidad en la obtención de bajas médicas y la prolongación innecesaria de las mismas, y sobre todo, mediante una legislación y regulación laboral que prioricen el trabajo como la mejor política social y la mejor herramienta de cohesión y progreso para un país, dejando atrás visiones heredadas de la era preindustrial que promueven trabajar menos como fórmula de bienestar. Una visión muy peligrosa que ignora los retos contemporáneos y va erosionando progresivamente nuestra ya mermada productividad, poniendo en riesgo la competitividad y sostenibilidad financiera de muchas empresas, y el futuro de miles de empleos.
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Enlace de origen : El drama del absentismo