Hay una contradicción entre lo que proponen políticos y empresarios: no crecer en número de turistas, pero sí en ingresos y lo que hacen y luego pregonan: crecer lo más que se pueda sin importar si son, o no, eso que llaman turistas de calidad.
El enfrentamiento entre dos áreas del gobierno y la compañía irlandesa es una buena oportunidad para comprobar si la acción sigue a la palabra. Se quejaban Michael O’Leary y sus secuaces de las elevadas tasas aeroportuarias -en realidad de las más bajas de Europa- y de la disminución o supresión de las subvenciones-incentivo. Amenazaron con suprimir y o disminuir frecuencias en ciertos aeropuertos y cumplieron al no obtener lo que pedían, cancelando 800.000 asientos para la temporada de verano. Suspendieron vuelos a Jerez y Valladolid y los redujeron en Vigo, Santiago, Zaragoza, Asturias y Santander. Buscaron hacer daño en lugares donde eran la única aerolínea en ciertas rutas, pero no se atrevieron con los destinos principales en cuyos aeropuertos podían perder slots.
En los casi tres meses que llevamos de la nueva temporada las llegadas de turistas por vía aérea aumentaron más de un 7% convirtiendo en inútiles las amenazas de Ryanair y en palabras los deseos del gobierno. Pero si el pasado pone de relieve esas contradicciones, el futuro las puede aumentar notablemente. Ryanair, que ya es la primera aerolínea europea -y también la primera en España- superó en su pasado año fiscal , la cifra de 200 millones de pasajeros transportados en sus 540 aviones. Para cumplir con su pretensión de llegar a los 300 millones en el año 2034, acaba de ordenar 300 Boeing 737 Max 10. El mercado apuesta a su favor después de su acierto al ampliar capacidad después de la pandemia cuando sus rivales más débiles se atrincheraron.
Quien más se va a beneficiar de esta situación es el propio O’Leary que puede cobrar un bonus de unos 111 millones de euros, si se queda en la compañía hasta el verano del 2028, después de que se hayan cumplido otras condiciones.
Como España representa algo más de 8% del tráfico aéreo europeo, lo lógico es que una buena parte de ese crecimiento tenga a nuestro país como destino. Para acoger a esos nuevos clientes y en línea con las previsiones de Ryanair, Aena ya ha aprobado inversiones por importe de 2.400 millones en el aeropuerto de Barajas, planea la ampliación el Prat donde invertirá 3.400 millones más e iniciará los proyectos de mejora en los principales aeropuertos turísticos, que son los de mayor tráfico.
Las previsiones indican que en año actual pasaran por los aeropuertos españoles más de 320 millones de pasajeros. Si nuestras autoridades y nuestros empresarios apuestan por no crecer en números lo disimulan francamente bien.