En 1969, el gran escritor francés Georges Perec, al que le gustaban mucho las cosas laberínticas, misteriosas y un tanto enloquecidas, publicó una novela de enigmas totalmente desquiciada titulada «La disparition» (La desaparición, que aquí se llamó «El secuestro»), en la que entre otras peripecias detectivescas extraordinarias lo que desaparecía era la letra e, la más frecuente en francés, que no aparece en todo el relato. Este monstruoso alarde filológico, aparentemente gratuito, aún tiene pasmados a los lectores, porque que desaparezca una letra importante es mucho más grave que si desapareciesen millones de euros, y deja la realidad patas arriba, con los problemas de salud mental que ello provoca.
He recordado la novela de Perec porque desde hace unos años las palabras emigración, o emigrante, también perdieron la e, y ahora se repite a diario migrantes y migración, que se ha convertido en el gran tema obsesivo de Europa y el mundo, como si esa desaparición convirtiese los fenómenos migratorios en psicosis colectiva. De toda la vida, inmigrantes eran los que venían, y emigrantes los que se marchaban, mientras que el término migrante, que abarca a ambos y pretende ser más inclusivo, lejos de lograrlo ha cambiado su significado, creando con el secuestro de una letra una realidad alternativa, irreal y laberíntica como la que contó Perec.
Todo el mundo se ha vuelto loco con el fenómeno de los migrantes, que además de trabajar casi gratis, traen millares de votos para la derecha y extrema derecha. Y la realidad, repito, salta hecha pedazos. Vean la que se montó aquí, sin ir más lejos, cuando el Gobierno, tras años de discursos inútiles, pretendió obligar a las comunidades autónomas a recibir y repartirse unos cientos de menores migrantes. La de Dios, se armó la de Dios. Todas se negaron por hache o be, y algunas, como Balears, por estar ya sufriendo una «contingencia migratoria». Contingencia terrible, por supuesto. Y cuando la semana pasada el Gobierno rechazó declarar Balears en contingencia migratoria, el Govern de la señora Prohens, como se informó, respondió con un recurso en los tribunales, elevando a la Audiencia Nacional el reparto de menores. Migración no es emigración. Es otra cosa. Un laberinto mental. Una psicosis colectiva.
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Enlace de origen : El laberinto de los migrantes