Jornada de IBDona en Menorca: «La prostitución lleva al consumo de drogas para mitigar el dolor»

La prostitución suele definirse como el intercambio de sexo por dinero, pero para muchas mujeres en situación de prostitución esta definición se queda corta. Detrás de la transacción visible aparecen realidades complejas: necesidades económicas urgentes, deudas que condicionan decisiones, sentimientos de culpa, riesgos para la salud y una cadena de vulnerabilidades que rara vez se nombran. Experiencias que revelan lo que realmente implica la prostitución vieron ayer la luz en el marco de la jornada que organizó IBDona en la Sala Multifuncional de Es Mercadal a través de profesionales de la salud y los servicios sociales.

«Las mujeres en situación de prostitución que consumen lo hacen para disociar, para encontrar una vía de escape. Nos dicen que si no consumen, no pueden prostituirse. Se drogan para mitigar el dolor físico y emocional que sufren», explicó Sílvia Baviera, trabajadora social de Germanes Oblates-Casal Petit, un centro de atención a mujeres en situación de prostitución y víctimas de trata con fines de explotación sexual de Palma. El uso de sustancias es percibido por muchas de estas mujeres como una anestesia para no sentir y como una vía de supervivencia. También se da el caso de mujeres con un problema de adicción que acaban prostituyéndose para conseguir sustancias, apuntó Marta Expósito, técnica de intervención de Médicos del Mundo en Balears.

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Relación bidireccional

«Es una relación bidireccional», subrayó Cassandra Domingo, trabajadora social y terapeuta del Centro de Tratamiento Integral de Proyecto Hombre de Menorca. El 20 por ciento de las mujeres que atienden en la ONG, expuso, son mujeres. Un porcentaje que no visibiliza la magnitud del problema. «Al estigma de ser mujer se le suma consumir drogas y estar en situación de prostitución. Muchas sienten culpa y vergüenza y no cruzan las puertas de nuestro centro», lamentó. Aseguró que de ese 20 por ciento de mujeres que atienden, la mayoría relaciona el origen de su adicción con el hecho de haber sufrido violencia o abusos. «Los programas de tratamiento eran mixtos hasta que nos dimos cuenta de la importancia de crear grupos de mujeres. Funcionan muy bien, son un espacio de sanación y autocuidado para ellas», reconoció.

En la jornada también se abordó el uso de medicación en la recuperación de víctimas de violencia de género y la vulnerabilidad química como forma de violencia.

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