
No sé si se puede llamar «crítica», pero he visto que una mujer pugnaba por echar en el olvido algunas palabras desaprensivas que a veces podemos oír en la niñez. Palabras como «gorda», «inútil», «tonta», «pendeja», «crédula», «corta», etc. En lugar de eso la mujer reivindicaba la necesidad de palabras bonitas como «voluntariosa», «inteligente», «importante», «maravillosa», «perfecta» que la habrían ayudado a aceptarse tal como era. «Aceptarse», esa debe de ser la palabra adecuada. «Confiar» en uno mismo, «soñar» sin cortapisas, con plena libertad. Reír, enfrentarse a los propios miedos, volar con la imaginación, como sólo vuelan los niños. En lugar de eso a veces hemos sentido deseos de que la tierra nos tragara en situaciones embarazosas y ante palabras hostiles que sólo nos han entristecido, deprimido y determinado en sentido negativo. Hacernos creer que no sabemos hacer nada bien, que no servimos para nada, algo que es totalmente injusto, porque todo el mundo sirve para algo.
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Enlace de origen : La crítica