Las cloacas del Estado

Siempre había sido muy escéptico con eso de las cloacas del Estado. ¿Cómo iba a existir algo así en una democracia? Pensaba en casos aislados, hechos puntuales, como solía decir otro Tejero. Como lo de Carrero Blanco. O lo de los GAL. Y lo del 23-F que ni ellos saben lo que pasó. Y luego, y de eso ya hace más de veinte años, el 11-M… otra casualidad histórica más. Todo perfectamente normal. Pero no. Estaba equivocado.

En este país, cada evento traumático tiene su recompensa política: tras la revolución del 34, el Frente Popular. Después del atentado de Carrero, el famoso «no hay mal que por bien no venga». El 23-F trajo a Felipe González con su PSOE renovado. El 11-M le dio a Zapatero la llave de la Moncloa y del bar Faisán. Y tras la supuesta «policía patriótica», Sánchez. Casualidades de la vida. Pura estadística. ¿Lo próximo? ¿Otro virus? ¿Sabrá Soros de ello?

¿Y quiénes forman esas supuestas cloacas? Algunos insisten en que hay espías, policías, militares… Otros añaden a jueces, fiscales, periodistas y políticos, por aquello de las filtraciones. Pero si existen, deben ser de lo más variados. Hablamos de una auténtica multinacional del lodo y del todo. Con tarifas cutres y servicios premium. Atacan a diestro y siniestro. Y a lo que pille en medio.

Del 11-M hemos tenido que esperar más de veinte años y aún no sabemos la verdad, y eso que lo vimos en directo. ¿Por qué no se investigaron los fallos de la instrucción y juicio por parte del PSOE? ¿Por qué no se investigaron los fallos de la instrucción y juicio por parte del PP? ¿Qué pactos hubo entre PSOE y PP para no investigar los hechos a fondo? ¿Por qué España no estaba preparada para saberlo? ¿Lo está ya ahora?

Nos merecemos saber qué pasó con el 11-M. Pero los grandes partidos no están ni estaban por la labor. Como algunos funcionarios policiales. Y no, no se trata de teorías conspirativas. Que nadie se asuste. Se trata de dignidad democrática.

Sin verdad no hay justicia. Sin justicia, no hay democracia. Y sin democracia, bueno… tenemos esto. Una tragicomedia de silencios, cloacas y pactos inconfesables. Aquí lo de «transparencia» es como lo de «ni está, ni se le espera».

Por suerte, la verdad es que las cloacas no discriminan: gobierne quien gobierne, siguen fluyendo como el Manzanares. PP, PSOE, da igual. Lo único que les importa es desestabilizar.

Va siendo hora de abrir las ventanas. De ventilar este sótano institucional que apesta desde hace décadas. Y, sobre todo, de recordar que, mientras nosotros discutimos sobre etiquetas ideológicas, las cloacas siguen currando, día y noche. Festivos incluidos.

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