Estimados lectores: Quienes siguen periódicamente mis desvaríos de aficionado entusiasta (mi agradecimiento en tal caso), ya se habrán dado cuenta de que desde hace años escribo el mismo artículo una y otra vez. Procuro, eso sí, elaborarlos de forma creativa para que parezcan distintos. Disfruto haciendo esta tarea. Me gusta escribir. Me gusta también razonar llegando a conclusiones que brotan de mi experiencia (afortunada o desafortunadamente obvio los discursos que imparten las sectas cuando estos no casan con la lógica, según yo la entiendo, obviamente).
De la misma forma en que cuando a la pareja le duele la cabeza, uno ya se puede ir olvidando de ilusionantes planes preconcebidos, a mí me duele la cabeza desde que el PSOE decidió ingerir el tóxico que acabará llevándole a la ruina moral (opino que ya ha alcanzado ese hito), y es a partir de esa aciaga fecha cuando escribo una y otra vez el mismo artículo.
Reconozcamos que puedo estar equivocado. Aceptando eso, todo lo que acontece parece indicar que el tal Sánchez es un personaje nada fiable. Mi empeño como columnista desde que este peligroso sujeto empezó a hipnotizar a gente de mi entorno (a la que reconozco el derecho a caer en hipnosis), consiste en entender por qué sucede esto (a mí me parece surrealista) y en intentar que me expliquen dónde consiguen identificar en la política española (desde que apareció este pavo) algún signo de respetabilidad o coherencia.
Oí decir la siguiente frase: «Es muy difícil que alguien entienda algo si su salario depende de que no lo entienda».
Esto se ajusta a la perfección a periodistas y políticos del entorno pedrofónico, mas no entiendo cómo esa máxima resulta aplicable a gente que pudiera pensar libremente, sin que su libre discernir ponga en riesgo su fuente de ingresos.
Cualquiera con ansias de saber es capaz de ver que hay muchas, muchas cosas en nuestro país que no riman.
Zapatero dijo (busquen en la hemeroteca) «un socialista es alguien que tiene poco y da mucho». Pedro Sánchez dijo infinidad de cosas y sus opuestas (quien no lo haya notado, mejor que siga sin notarlo, por el bien de su autoestima). El consejo de ministros está plagado de mediocridades que han tuneado sus CV y cuyo único mérito es recitar el responso «lo que usted diga, amado líder»; gente que no se ganaría el pan en el mundo real ni fregando y que por tanto no dimiten ni de coña aunque sus meteduras de pata nos cuesten millones de euros.
Tragasapos ignominiosos (véanse primeros espadas sociatas) permanecen penosamente a la espera de instrucciones para cabalgar contradicciones. Hermanos enchufados, prostitutas a cargo de Juan Español, no detectadas por nadie cuya responsabilidad y sueldo se supone que deberían servir para detectar y sancionar privilegios. Paladas de caca para tapar el olor de la basura acumulada; compraventa de armas a gobiernos genocidas, destapadas por la prensa e ignoradas por los propios ministerios afectados, excusas patéticas que solo pueden engañar a quien desea ser engañado. Un sinfín de mentiras, de balbuceos, de contradicciones, de torpezas, de seguidores a ciegas (despreciando el amor propio) de un señor con un ego sobredimensionado con delirios de grandeza, sin sensibilidad ninguna por los problemas que están destruyendo su país.
En estas condiciones me cuesta hacer un artículo que hable de otra cosa. Encuentro imperioso que el personal abra los ojos y contribuya a que acabe esta farsa.
Cierto es que al otro lado nada resulta ilusionante. Dos equipos hay, uno de ellos pedaleando hacia la casa de Chanquete en un verano muy azul y el otro dándose codazos y expulsando a todo aquel que pudiera aportar soluciones.
Pero pienso que cualquier opción es mejor que permitir que el clan actual siga burlándose de nosotros y arruinando nuestro futuro. Personalmente votaría a Poncio Pilatos si se presentara a las elecciones y si eso evitara que se perpetúe la pandilla de quienes nos tratan como idiotas (y vive Dios que lo seremos si permitimos que lo sigan haciendo).
Un ruego: levantad la cabeza del panfleto.
Miremos sin las gafas que alquila el lobo.