Lluís de Moner: «Pusimos el foco en Gaza y aligeramos el hambre, aunque solo fuera un día»

No fue en vano, para Lluís de Moner, integrante menorquín de la Flotilla que el 2 de octubre fue apresada por Israel, frenando la apertura de un corredor humanitario hasta Gaza. No se logró ese objetivo, pero sirvió para ayudar a los gazatíes y dar todavía más visibilidad al genocidio.

Imagino que habrá sido una experiencia muy intensa.

—Muy intensa, pero como teníamos un objetivo común… Nietzsche dijo que «quien tiene un porqué, aguanta cualquier cosa», y hemos aguantado bien. Fue complicado, somos civiles, tendría que haberlo hecho el Gobierno, no nosotros.

Viajaba en el «Inana», ¿cuántos barcos llegaron?

—42 barcos, con unas 400 personas. No todos llegaron. Era el capitán del «Inana», no podía decirlo antes, porque al capitán le podían interrogar para obtener información. A mí no me descubrieron.

Pronto vieron que les vigilaban.

—Antes de llegar a Túnez ya teníamos drones encima, estuvimos siempre vigilados. Lo más duro fue que muchos gobiernos, Alemania, Italia, fueron cómplices y llamaban a la gente, intentando convencernos para dejar la misión. Le hacían el trabajo sucio a Israel.

¿Le presionó el Gobierno?

—Personalmente, no. La presión llegó cuando el barco que supuestamente mandó el Gobierno no entró en las 150 millas, Israel nos decía por radio que nuestro país nos había abandonado, igual que el barco italiano.

¿Supuestamente?

—Pedro Sánchez hizo el gesto vacío de mandar una fragata que nunca vimos. Antes de alcanzarnos, ya habíamos entrado en las últimas 150 millas. Nos mandaron mensajes de que no podían adentrarse más y que, si avanzábamos, no podrían apoyarnos. Era propaganda, para hacerse la foto.

¿Cómo fue el abordaje?

—Nos atacaron con cañones de agua, nos tuvimos que refugiar. Nos decían que paráramos el motor. Seguimos a 4 nudos, rumbo a Gaza. No sabíamos si nos iban a disparar, o embestirnos. Habría sido una escalada de violencia muy grande, una burrada, tenía que haber un término medio. Un barco de 150 metros intentó asustarnos, seguimos y luego nos abordaron. A un compañero, de 70 años, le agredieron, tres soldados le tiraron al suelo, debieron creer que era el capitán.

Y les apresaron.

—Los primeros momentos fueron tensos, luego los soldados israelís fueron de buenos, para conseguir fotos y hacer propaganda, fingiendo que no son genocidas. Nos confinaron a nueve en una cabina para tres, doce horas, sin aire. Nos interceptaron sobre las 00.30 horas (UTC) del jueves, 2, perdimos el control del barco a las 01.30 horas. Navegamos unas 12 horas hasta Ashdod, en la Palestina ocupada. Llegamos sobre las 15 horas y estuve allí hasta el lunes. Sobre las 14 horas nos subieron a un avión fletado por Grecia para trasladar a sus presos. La Generalitat pagó los billetes para los catalanes, en vuelo comercial a Barcelona, y tuvieron la consideración de comprar uno para mí. Los demás volvieron en un avión militar del Gobierno, no nos gustó.

¿Les incautaron todo?

—Nos robaron todo lo que llevábamos, como han hecho con las tierras de Palestina: la ayuda humanitaria, los barcos, las reservas por si había averías. A un periodista que estaba en mi celda le robaron cámaras y material por valor de 10.000 euros. Para robar los barcos falsificaron documentos. Intentaron que los capitanes firmaran una autorización al estado de Israel para subastarlos y acabaron firmando en nombre suyo.

¿Sufrieron malos tratos?

—Nos torturaron psicológicamente y hay quien recibió palizas. Un compañero sufre daños en los nervios de las manos, de las palizas y de lo mucho que apretaron las esposas. Los musulmanes fueron torturados, solo por su religión. Pero comparado con lo que reciben los palestinos, lo nuestro no fue tanto. Hay más de 10.000 presos sin cargos, ni juicios.

¿Y a usted?

—Sufrí agresiones puntuales, me clavaron codos y dedos, buscando nervios para provocar dolor. A los compañeros árabes les metieron en un autobús, esposados y vendados, les golpearon ahí donde no deja marcas. Nos quitaron la ropa de abrigo y nos encerraron seis horas en furgonetas, con el aire acondicionado al máximo. Se puede considerar violencia física. También nos negaron medicamentos y un médico, el director de la prisión nos dijo «We don’t have a doctor for animals». Y yo tuve suerte, fui de los primeros procesados. Había gritado «Free Palestine» cuando arrastraron con violencia a una compañera. Eso lo aceleró.

¿Qué cargos le imputaron?

—No nos enseñaron ningún documento, parece que de intentar entrar ilegalmente en Israel, lo cual es mentira. Intentamos entrar legalmente en Palestina y romper el bloqueo ilegal, lo que nos da derecho internacional a romperlo. Los cargos eran ridículos.

¿Y de terrorismo, no?

—No pudieron decirlo, no había nada en los barcos que pudieran usar como fundamento. Si hubiera habido algo, lo habrían hecho. Dijeron que estábamos de fiesta, pero no había ni una sola cerveza.

¿Ha servido de algo?

—No conseguimos el objetivo principal, de abrir el corredor humanitario, pero logramos poner el foco y la presión internacional. La experiencia ha sido muy positiva, cumplimos dos de los tres objetivos, estoy muy contento. A la gente de Gaza no la dejan salir a pescar, en realidad, ellos no necesitan ayuda humanitaria, necesitan que les dejen funcionar, cultivar las tierras, pescar en el mar, y que dejen de bombardearlos. Mientras los soldados y la Marina de Israel nos persiguió, la gente de Palestina pudo aprovechar y salir a pescar, tenemos constancia y nos dieron las gracias. Logramos aligerar el hambre que sufren, aunque fuera un día.

¿Qué le parece el tratado de paz?

—Muy mal, es una humillación hacia Palestina. El genocidio debe terminar con Israel en el Tribunal de La Haya, otra cosa será parafernalia. Se le exigen condiciones a Gaza, cuando lo único que ha hecho es sufrir el genocidio. Y que pongan a Blair como tecnócrata para administrar Gaza es un insulto en lo racional y lo moral.

¿Cuál es la solución?

—La única solución posible es devolver las tierras a Palestina, que Israel pague por sus crímenes. La mayoría de gente de Israel son personas de otros países, que regresen a sus países de origen, que devuelvan las tierras, que se cumpla la convención de la ONU del derecho al retorno de los palestinos.

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