Más muerta que viva

La apócrifa cuidadora de ancianos que atiende al nombre de Lorena M. está más muerta que viva. Se trata de la joven que humilló, maltrató y vejó a la señora mayor que estaba a su cargo en una residencia de Azuqueca de Henares, y que grabó esas sevicias para enseñarlas a las amistades y, supongo, para hacer con ellas unas risas. Esta Imbécil, pues al menos cara de imbécil pone mientras acompaña su vídeo con nauseabundos comentarios, está, pese a su juventud, más muerta que viva.
Era la hora de la cena, en realidad un tazón con un potingue indescifrable que la necia sujetaba con una mano, mientras que con la otra accionaba la grabación. Era la hora de la cena, de esa cena, y en tanto la anciana aguardaba arrebujada en un sofá que se la suministraran, la desalmada a la que la residencia había contratado como refuerzo para el verano describía frente a la cámara su interacción con la señora, bien que como sólo alguien más muerto que vivo podría describirla: «Quedarme con ella a solas ¡me da un chungo!»; «Está más muerta que viva»; «Parece sacada de una peli de miedo»; «Está más para el otro barrio que para cenar»; «Me da mucho miedo esta tía»…

Está claro que la más muerta que viva era Lorena M., y no la anciana que escuchaba perpleja los comentarios de su maltratadora, pues la perplejidad es la reacción de alguien vivo ante lo que no le cabe en la cabeza. Por el contrario, se ve que a la falsa cuidadora nunca le cupo nada en la cabeza, y mucho menos en el corazón, sin que le produjera perplejidad alguna, de lo que se echa de ver que la única más muerta que viva en aquella estancia desolada, en aquella cena aberrante, era ella.
La dirección de la residencia de ancianos ha despedido a la tarasca y se ha disculpado como si autodisculpándose se borrara la culpa, y ha venido a decir que no sabe cómo ha podido suceder semejante cosa. Pero sí se sabe: porque contrató a una joven que, pese a serlo, estaba más muerta que viva.

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