Menorca merece altura de miras

Es necesario entonar un ¡basta ya! Basta de estar todo el tiempo dándose la razón a uno mismo y quitándosela al otro, tratándolo como «el contrincante a vencer». Basta de convertir la política insular en un juego de desgaste, donde todo se reduce a deshacer lo que hizo el anterior para dejar huella propia. Como si la Isla fuera un tablero de ajedrez.

Ya sea en el Ayuntamiento o en el Consell, parece que vivimos en un eterno «quítate tú ahora y tus proyectos, que vengo yo con los míos». Iniciativas que deberían resolverse con visión práctica y pensando en mejorar la vida de quienes habitamos esta isla, se transforman en herramientas de una lucha partidista, en armas arrojadizas.

Los ejemplos sobran: la estación de autobuses de Ciutadella, el conservatorio de Maó (que si la Sala Augusta sí, que si no… y al final, el edificio se cae de tanto esperar). Empezamos la casa por el tejado, sin una idea factible y consensuada, no sea que vengan «los otros» detrás y lo tumben todo.

Compramos edificios sin proyecto, como Sa Tanca de Sant Lluís. Invertimos auténticos «pastizales» en lavados de cara, como en el antiguo hospital Monte Toro, cuando sabemos —todos los que han gobernado lo saben— que el edificio está mal. Y lo peor es que ni siquiera hay financiación para ponerlo en marcha. O el caso del Lazareto: ¡once años para sacar los pliegos de cesión y uso! Once años para poder darle el lugar que merece entre los edificios emblemáticos de nuestra civilización y hacer que sea un aporte para Menorca, no un lastre.

Las soluciones se posponen sine die. Cada vez que alguien se interesa por algún tema, todo son globos de excusas, atados con un «me sap greu». El político menorquín debería ser capaz de ponerse de acuerdo con «el otro», renunciar a parte de lo que defiende como si le fuera la vida en ello y hacer las cosas con consenso, sin olvidar que esta tierra alberga, casi al 50%, personas de una ideología y de la contraria.

Hace falta ver Menorca como un proyecto común. Donde prime la mejora de la vida, el aprovechamiento de lo que tenemos, la sensatez por encima del ego político.

LA CARRETERA: ¿IDEOLOGÍA O REALIDAD? Con «la carretera», la única arteria que une el levante y el poniente, pasa algo especialmente doloroso. Somos una isla privilegiada y debemos cuidarla, sí. Pero no olvidemos que aquí vive gente, trabaja gente, circula gente. Y necesitamos seguridad.

Se pierde ese sentido cuando uno se enclaustra en sus principios ideológicos pase lo que pase. La carretera no fue diseñada ni por el presidente del Consell en aquel entonces, Santiago Tadeo, ni por el conseller de Movilidad, Luis Alejandre. Fue obra de un buen equipo de ingenieros de Caminos, entre ellos Juan Luis Bellod, menorquín por nacimiento, y Del Pozo, grandes profesionales. Ellos diseñaron, estudiaron, proyectaron.

Y once años después, los informes técnicos siguen dándoles la razón: la mejor solución sigue siendo el doble nivel. Seguridad, fluidez y criterio técnico.

¿Podernos ignorar la cantidad de accidentes mortales en los tramos de L’Argentina o Talatí? ¿Podemos ignorar. que durante el verano la carretera se convierte en una serpiente intransitable entre Maó y Ciutadella, sin posibilidad de vías rápidas para emergencias?

¿De verdad alguien ha visto una «obra faraónica» en el cruce de Argentina?

«SOM BOTXOS!» No solo se han perdido diez años, sino que además se ha renunciado a 98 millones de euros. Fomento dejó claro que, si queríamos demoler una obra ya aprobada por ellos, había que renunciar a la financiación. Y eso hicimos.

Y lo más curioso: de las navetas nadie sabía nada. Fue una carta que se sacaron de la manga aquellos que no piensan en el bien común, justo cuando convenía.

Lo que necesitamos no es otro «plan estratégico», ni más promesas, ni un vídeo bonito. Lo que necesitamos es coraje político, honestidad, humildad y consenso real. Menorca es demasiado hermosa, demasiado valiosa, como para convertirla en un campo de batalla político.

No hay proyecto más urgente que empezar a tratarnos como compañeros de isla, no como enemigos de trincheras.

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