Un amigo, por el que siento gran afecto, se viene declarando comunista, lo cual, siendo (según mi criterio) ciertamente desatinado, no deja de ser una creencia respetable, como lo son todas las creencias. El caso es que hace ya años (nuestra amistad sigue viva por fortuna), discutiendo sobre la idoneidad de los postulados marxistas una vez puestos en práctica, llegó un momento en el que sostuvo sin temblarle la voz (lo creía de veras) que el muro de Berlín fue levantado para evitar que los occidentales entraran en la RDA, y no para evitar que los orientales huyeran de su «paraíso» socialista. Desde ese momento, dejé de discutir con él sobre política.
Me pasa lo mismo ahora. He dejado de discutir de política en las sobremesas familiares cuando uno de los participantes en la tertulia (a veces todos ellos) sostiene(n) que las leyes de «progreso» que reparten privilegios entre determinados ciudadanos están concebidas para serenar las relaciones entre independentistas y no independentistas (por ejemplo) en vez de para obtener los votos necesarios para que gobierne Pedro.
Sucede a menudo que quien así opina suele sostener también que la esposa de Pedro no ha hecho nada reprochable; que su hermano hace bien en pagar impuestos en Portugal y hace aún mejor en aceptar un puesto que sin duda merece más que nadie. También suele opinar que el fiscal general borró su móvil y sus correos en cumplimiento de un protocolo de seguridad. Finalmente creen que Pedro no sabía nada.
Quien llega a estas conclusiones también apuesta a que cierta periodista de investigación en realidad escribía un libro, que en absoluto ofrecía favores a quienes le facilitaran trapos sucios de guardias civiles o jueces. (Todo ello formaba parte de su proyecto literario).
Opinan quizás que si bien Mariano debía saber (Luis sé fuerte), Pedro, ingenuo, ignora. Quienes eran ideales para amañar urnas y arañar comisiones lo serían también para gobernar un país y acabar con la corrupción.
Mejor no hablar de política. Será como ellos dicen. Otro muro de Berlín mal entendido.
2 Lo penoso tras este nuevo muro no es tanto la picaresca de los mosqueteros modelo Torrente sino la pérdida de dignidad de los que venden su honor a cambio de pasta (Silvia, Patxi, Pilar, Oscar) negándose a desmentir un bulo a sabiendas, o Félix con su fango derechón bulero. Y las decenas de periodistas mercenarios.
Si sacáramos a colación por ejemplo el tema de la vivienda encontraríamos que los opinantes de la tertulia no se habrían cuestionado que el estado es propietario de Correos, de RTVE, de otras decenas de empresas tremendamente deficitarias (innecesarias si exceptuamos su capacidad para apesebrar parásitos), pero no es apenas propietario de vivienda pública (social), pese a haber prometido (todos los partidos gobernantes lo hicieron) construir cientos de miles de ellas (mírense estadísticas y hemeroteca al respecto). Y sin embargo culparán a todo el mundo menos al gobierno del aumento del precio de la vivienda.
La razón de esta forma de evaluar la realidad:
Mucha gente ve en los partidos políticos «de su cuerda» un amigo y lo miman como si fuera su animal de compañía. Yo no tengo cuerda; los veo como sanguijuelas, y los alimento con desgana (a mi pesar). Intento no retorcer la realidad para que se ajuste a unos principios. Si me engañan procuro aceptar que me han engañado. Si incumplen lo prometido me quejo. Si mi dinero acaba en manos de vividores, de pelotas, sufro. Que el jefe de la oposición sea un inútil no significa que haya que aceptar que me tomen el pelo los «buenos».
De la misma forma que Netanyahu pone en peligro a todo el planeta por su necesidad de permanecer en el poder (la justicia le ronda), es muy posible que Pedro ponga en peligro el estado de derecho por la misma razón. Reconozco la impotencia del ciudadano de a pie (como somos la mayoría) a la hora de descabalgar a estos personajes siniestros de su dominio sobre nuestras vidas y haciendas, pero al menos detectemos su toxicidad, no jaleemos sus maniobras manipuladoras, sus engaños, sus burlas. Nuestros problemas les son indiferentes.