Narcisistas a montones

Lo que crece en el vocabulario crece en la realidad. Sabemos que lo que no se nombra no existe, pero ahora hemos confirmado que lo que se nombra mucho existe mucho, en cantidad. Desde que la palabra narcisista, poco usada salvo en novelas y en psicología, y que hace referencia al narcisismo, una afección mental y trastorno de la personalidad de gente extraordinariamente egocéntrica y muy vanidosa, se puso de moda de la noche a la mañana, de pronto hay más narcisistas que nunca, están en todas partes. Das una patada en el suelo y brotan por docenas, exhibiéndose y alardeando de sí mismos como si fuesen el presidente de Estados Unidos.

Cuando a estos desagradables sujetos se les despachaba llamándoles fatuos vanidosos, o directamente capullos, esto no pasaba. Disimulaban un poco, pero resulta que ser calificados de narcisistas no le molesta, hasta les encanta, quizá les suena a algo más culto y refinado, sin duda superior, por lo que encima vienen muy crecidos.

No sé a quién se le ocurrió poner de moda el narcisismo, pero que de pronto se llame narcisistas a todos los capullos ególatras de vanidad sobrehumana ha multiplicado por diez mil el número de tales capullos en circulación, es decir el número de narcisistas mentalmente trastornados.

Lo que confirma dos antiguas verdades, a menudo olvidadas. Que las palabras son previas a los hechos (en el principio era el Verbo), y no son solo palabras. Son el germen y el combustible de la realidad. Y que la cifra de gilipollas (gilipollas narcisistas), de por sí elevada, se dispara cuando los nombras. Hasta no hace mucho, los narcisistas estaban en los libros, desde la mitología griega con Narciso enamorado de sí mismo a la novela psicológica. Pero de súbito la palabra narcicismo empezó a aparecer en la prensa, en las redes, en las crónicas políticas y culturales, y como la sociología se pirra por poner nombres a las cosas, ya se ha convertido en gran fenómeno sociológico. La era del narcisismo, que a su vez es la última evolución del capitalismo. Aquí ya es narcisista hasta el gato. Hay capullos vanidosos a montones, aunque claro, dicho así no es novedad. Es la vieja vanidad de vanidades, todo es vanidad. Pues eso.

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