
La solución del Gobierno para la crisis de la vivienda suena a chiste. Mientras hablan de 12 medidas para frenar la especulación, construir vivienda pública y regular el mercado, se sigue permitiendo que los fondos buitre se coman la ciudad a bocados como si se tratase del juego del Monopoly. Se vislumbra que algunos planes de vivienda social acaben gestionados por esos mismos buitres carroñeros, lo cual es de una gravedad inadmisible. El Estado reclama más intervención cuando le conviene, pero no parece querer romper el modelo especulativo. Se habla de más vivienda pública, pero también de colaboración público-privada, algo que siempre acaba favoreciendo a los inversores. Cuando la vivienda es un derecho constitucional, tenerla como mercancía para especuladores es lo que sobra.
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