Francken, a través de un mensaje difundido en redes sociales, calificó el episodio de Marche-en-Famenne como «alarmante», destacando que los drones estuvieron sobrevolando las instalaciones durante un tiempo prolongado. El ministro belga fue categórico al afirmar que «no fue obra de aficionados, sino de pilotos de drones experimentados», lo que sugiere una operación con un nivel de profesionalidad y planificación considerable. Las autoridades belgas, incluyendo la policía y la dirección general de Medio Ambiente, están colaborando en la investigación para esclarecer los hechos. Este tipo de acciones sobre bases militares está «terminantemente prohibido», según Francken, quien ha defendido la necesidad de que las autoridades puedan «derribar» estos vehículos no tripulados para salvaguardar la seguridad nacional.
El incidente en Marche-en-Famenne no es un hecho aislado en Bélgica. Hace unos meses las autoridades federales ya habían informado de otro suceso similar, cuando quince drones sobrevolaron las instalaciones militares de la base de Elsenborn, en el sureste del país. Paralelamente, en el flanco oriental de Europa, la situación en Estonia ha sido igualmente tensa. La teniente Liis Vaksmann, portavoz de las Fuerzas de Defensa estonias, informó a EFE que el 17 de octubre, alrededor de las 16:30 hora local, «aliados de Estonia avistaron drones volando cerca del campamento militar Reedo» de la 2ª Brigada de Infantería estonia. Uno de estos aparatos fue «derribado utilizando un arma antidrones, en estrecha cooperación con la 2ª Brigada de Infantería», aunque los esfuerzos por localizar el dron derribado por parte de las Fuerzas de Defensa, la Policía y la Guardia Fronteriza de Estonia resultaron infructuosos.
La creciente amenaza de los sistemas aéreos no tripulados
Los drones, o sistemas aéreos no tripulados (UAS por sus siglas en inglés), han evolucionado rápidamente desde su concepción inicial como herramientas militares hasta convertirse en dispositivos de doble uso con aplicaciones civiles y bélicas. Su accesibilidad, bajo coste y la facilidad de operación han democratizado su uso, pero también han abierto la puerta a nuevas amenazas para la seguridad. Estos aparatos pueden ser utilizados para una variedad de propósitos, desde la vigilancia y el reconocimiento hasta el transporte de cargas útiles, incluyendo explosivos o agentes químicos, lo que los convierte en una preocupación significativa para la defensa y la seguridad nacional. La capacidad de operar a baja altura, con una firma de radar reducida y en entornos complejos, dificulta su detección y neutralización por los sistemas de defensa aérea convencionales, planteando un desafío constante a las fuerzas armadas y los organismos de seguridad en todo el mundo.
Incidentes en Bélgica: ¿espionaje o prueba de defensas?
Los repetidos sobrevuelos de drones sobre instalaciones militares belgas, especialmente los incidentes en Marche-en-Famenne y Elsenborn, han generado serios interrogantes sobre la naturaleza y los objetivos de estas operaciones. La declaración del ministro Francken sobre la profesionalidad de los pilotos sugiere que no se trata de meras incursiones accidentales o de aficionados, sino de acciones deliberadas y posiblemente coordinadas. En anteriores ocasiones, líderes europeos han apuntado a la flota rusa en la sombra como posible responsable de este tipo de operaciones de hostigamiento y guerra híbrida.
Las bases militares, como la de Marche-en-Famenne, albergan equipos sensibles y personal estratégico, lo que las convierte en objetivos de alto valor para la recopilación de inteligencia o la prueba de las capacidades de respuesta de la defensa. La posibilidad de que estos incidentes sean actos de espionaje o intentos de sondeo de las capacidades aéreas belgas es una hipótesis que las autoridades están investigando con la máxima seriedad, dada la implicación de la seguridad nacional y la de sus aliados de la OTAN.
Estonia y la frontera oriental de la OTAN
Por su parte el incidente en Estonia adquiere una dimensión geopolítica particularmente sensible. La base militar Reedo, ubicada en el sureste del país, a aproximadamente 45 kilómetros de la frontera rusa, es un punto estratégico clave. Este campamento es utilizado no solo por la 2ª Brigada de Infantería de Estonia, sino también por fuerzas aliadas, incluyendo tropas estadounidenses, para entrenamiento y despliegue rápido conforme a los planes de defensa de la OTAN. La presencia de drones no identificados en esta zona tan crítica, y el hecho de que uno de ellos fuera derribado, subraya la tensión latente en la frontera oriental de la Alianza Atlántica. Este tipo de incursiones podría interpretarse como un intento de intimidación, una prueba de las capacidades de respuesta de la OTAN o una operación de reconocimiento en una región de alta sensibilidad geopolítica, lo que eleva el nivel de alerta y la necesidad de vigilancia constante en la zona.
Medidas de contención y el futuro de la seguridad aérea
Ante la creciente amenaza de los drones, los países europeos y la OTAN están intensificando sus esfuerzos para desarrollar y desplegar sistemas de contramedidas eficaces. Esto incluye desde tecnologías de detección avanzadas, como radares especializados y sensores acústicos, hasta sistemas de neutralización que van desde inhibidores de señal (jammers) que cortan la comunicación del dron con su operador, hasta armas cinéticas que los derriban físicamente.
La legislación también está evolucionando para regular el uso del espacio aéreo y establecer protocolos claros para la respuesta ante incursiones no autorizadas. La cooperación internacional y el intercambio de inteligencia deben contribuir a abordar esta amenaza transnacional, ya que los drones pueden ser lanzados desde ubicaciones remotas y cruzar fronteras con facilidad, requiriendo una respuesta coordinada y multifacética para proteger infraestructuras críticas y la seguridad ciudadana.
Los recientes incidentes con drones en Bélgica y Estonia conllevan profundas implicaciones para la seguridad europea en su conjunto. En primer lugar, ponen de manifiesto una vulnerabilidad en la protección del espacio aéreo sobre instalaciones militares, lo que podría ser explotado por actores estatales o no estatales con intenciones hostiles. En segundo lugar, la profesionalidad de los operadores, como señaló el ministro belga, sugiere que estas incursiones no son aleatorias, sino que forman parte de estrategias más amplias de inteligencia o desestabilización. Finalmente, la proximidad de los incidentes estonios a la frontera rusa añade una capa de complejidad geopolítica, reforzando la percepción de una amenaza persistente en el flanco oriental de la Alianza Atlántica. Estos eventos subrayan la urgente necesidad de invertir en tecnologías antidrones, fortalecer la coordinación entre los estados miembros y revisar los protocolos de seguridad para garantizar la integridad y la disuasión en un entorno de amenazas en constante evolución.