No son buenos tiempos para ejercer la profesión del periodismo, quizás por eso es más necesario que nunca que buenos profesionales sigan ejerciendo su trabajo con honestidad.
Los medios que lo hacen topan a menudo con el enfado de los políticos de las administraciones públicas, aquellos que creen, no solo que el dinero de todos es suyo, sino que la información, a la que tienen derecho los ciudadanos, también les pertenece y pretenden administrar las dos cosas, en función de intereses partidistas o personales.
Algunos pretenden que las notas de prensa salgan tal cual, con su enfoque. Vigilan con celo que se cumpla un equilibrio a peso en la presencia de los partidos, como si fuéramos un medio público en campaña electoral. Se enfadan con las filtraciones, cuando el acceso a esos documentos es esencial y necesario para cumplir con el derecho a la información de los ciudadanos. La protección de datos se utiliza para ejercer la censura. Intentan contrarrestar con sus jefes de comunicación los contenidos, ejerciendo presión sobre los periodistas o negando datos e informes. Por suerte, hay periodistas en la comunicación de algunas instituciones que ejercen esta actividad con dignidad profesional. Muchos no admiten que un medio, en lugar de acomodarse en una determinada línea editorial, mantenga una posición vigilante y crítica con la gestión pública, sin estar en contra de ningún partido, ni administración.
El problema es que esa actitud sectaria no es un virus exclusivo de una parte de la clase política, sino que se ha extendido por la sociedad y entre los opinadores. Muchos leen o escriben solo con un ojo y se disgustan cuando ven opiniones que les incomodan. Los valores que crecieron hace 50 años hoy están marchitos. El relativismo los disolvió. Yhoy el sectarismo nos enfrenta.
La buena información debería ayudar a la razón, en cambio los enfrentados se llenan de razones hasta imbuirse de una fe excluyente, combativa, inquisitorial.