A nivel general, el 36,3 % de los encuestados afirma que el turismo ayuda a mejorar su calidad de vida, mientras que un 30,8 % considera que la perjudica. Entre ambos extremos, un 19,5 % cree que simplemente ayuda a mantenerla, y un 13,4 % opina que no influye en absoluto. Las cifras reflejan un equilibrio entre quienes ven el turismo como motor de bienestar y quienes lo perciben como una amenaza creciente a su día a día.
Una de las claves para entender esta división se encuentra en la relación personal o familiar con el sector turístico. Las personas que han trabajado o trabajan en turismo tienden a tener una visión más positiva: el 40,9 % de este grupo afirma que el turismo mejora su calidad de vida, mientras solo el 24,9 % cree que la empeora. En cambio, entre quienes no tienen ninguna vinculación laboral con el sector, las percepciones se invierten: el 39,1 % considera que el turismo perjudica su vida, y solo el 11,9 % cree que la mejora. La dependencia económica del turismo parece, por tanto, modular el grado de aceptación o rechazo hacia su impacto social.
También existen diferencias significativas según el lugar de nacimiento. Entre los nacidos en Baleares, el 19,3 % cree que el turismo ayuda a mejorar su calidad de vida, mientras que un 32,6 % dice que la perjudica. Sin embargo, entre los nacidos en otras comunidades autónomas o en el extranjero, el porcentaje de quienes se sienten perjudicados es del 27,9 %, lo que podría relacionarse con que un mayor número de personas se dedican a este sector, al mostrarse también más a favor con un 19,8%.
Otro factor que marca una brecha notable es el nivel de estudios. Cuanto mayor es la formación académica, más crítica parece la visión del turismo. Entre las personas con estudios superiores, el 40,5 % opina que el turismo perjudica su calidad de vida, frente al 16,5 % que considera que la mejora. En cambio, entre quienes tienen estudios primarios o secundarios, el balance es más favorable: un 40,8 % afirma que el turismo ayuda a mantener su calidad de vida y solo un 24,7 % cree que la perjudica. Esta diferencia puede responder a una mayor exposición, por parte de los más formados, a discursos sobre sostenibilidad, gentrificación, impacto ambiental o precariedad laboral.
La encuesta también permite observar variaciones territoriales claras. En Menorca, la percepción es la más positiva de todas las islas: el 29,8 % considera que el turismo mejora su calidad de vida y solo el 16,6 % se siente perjudicado. En el otro extremo se sitúan las Pitiüses (Ibiza y Formentera), donde el 18,7 % afirma que el turismo les perjudica, aunque también un 37,5 % reconoce que ayuda a mantener su calidad de vida. En Mallorca, isla principal del archipiélago, la brecha es más grande: solo un 18,7 % ve un efecto positivo y un 34,5 % considera que la perjudica.
Estos resultados muestran que el turismo, a pesar de ser la piedra angular de la economía balear, no genera una percepción de beneficio unánime entre los ciudadanos. Al contrario, el modelo actual parece despertar cada vez más interrogantes sobre su sostenibilidad y su impacto real en la vida cotidiana. La división de opiniones según el origen, el vínculo laboral o el nivel educativo apunta a que las soluciones no pueden ser homogéneas, sino que requieren un enfoque territorial y socialmente sensible. En un contexto de creciente presión sobre el territorio, la vivienda y los servicios públicos, la encuesta del Govern pone de relieve un desafío de fondo: cómo compatibilizar el peso económico del turismo con la calidad de vida de quienes habitan las islas todo el año.