Un espectáculo perfecto

No te desvelo nada si te digo que, en realidad, soy muy simplón. Soy de esos que cuando va a una actuación de un mago se siente como un niño y deja que todo fluya para que la magia, el truco o la ilusión me abrace tan fuerte que sea imposible descubrir cómo puñetas lo ha hecho. Porque, te lo aseguro, prefiero mil veces vivir en la ilusión del engaño que conocer el truco. Y lo mismo me pasa con los musicales, me hacen muy feliz y me vengo arriba, tan arriba que, si me sé la letra, me pongo a cantar por encima de mis posibilidades, aunque intentando no molestar a mis vecinos de butaca.

Este jueves volví a ser un niño gracias al evento que se celebró en Es Mercadal que transformó una de mis películas favoritas y una de mis bandas sonoras más escuchadas en una adaptación a la menorquina de un un gran espectáculo. Durante algo más de una hora me sentí como un cantante, como un corista, como un chico del espectáculo viviendo desde dentro algo sencillamente maravilloso.

No soy crítico de arte, ni de nada en realidad, pero sin duda repetiría muchas veces más la que ha sido una de las experiencias más bonitas de mi vida. Porque lo que diferencia algo bien hecho con algo superlativo es el amor y el cariño que le pones que hace que salga como salga sea fantástico. Pero es que, además, en este caso salió perfecto.

Agradezco desde lo más profundo de mi corazón hasta lo más superficial de unas manos que ahora teclean pero que todavía están doloridas de aplaudir un rato especial. No me cabe la menor duda que tanto la Escuela de Música de Es Mercadal, de baile y de teatro, así como la coral de Moments a Cor han estado trabajando como nunca para contentar a varios miles de personas que, sin estar presente el viernes, puedo asegurar que llenaron el jueves el Recinto Ferial. En un tiempo donde lo artificial, lo previsible y lo repetitivo triunfa y cansa, por partes iguales, encontrarte con una delicia así es como un abrazo sincero e intenso.

Esa banda sonora me acompañó durante muchas horas en el Camino de Santiago en el 2021, fue un regalo que a día de hoy me sigue haciendo sonreír al máximo. Y encontrarla sonando en los instrumentos de la Banda des Mercadal al ritmo de su director es un lujo que nos recuerda que las cosas importantes, las buenas, esas que nos deberían importar tanto, son las que están cerca.

Y, lo aseguro, empiezo a creer que mi lugar favorito en verano es assegut a sa cadira en alguno de los eventos que organicen. Y a sa vorera, claro.

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