La cuestión no arrojó mucha luz al asunto, que quedó solapado por el aluvión informativo de turno. Ahora el delegado del Gobierno en Galicia, Pedro Blanco, ha declarado que se está realizando un seguimiento de la expedición para conocer la cantidad exacta de bidones localizados y su tipología. Blanco destaca la importancia de determinar el estado actual de los contenedores y evaluar las posibles consecuencias para el medio marino. Asimismo, subraya que el Ejecutivo central está «preparado y pendiente» de los resultados de esta investigación, que califica como «oportuna».
Por su parte, la Xunta de Galicia, a través de la Dirección Xeral de Calidade Ambiental, ha solicitado información al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) sobre si se está llevando a cabo algún tipo de seguimiento técnico o ambiental de estos residuos radiactivos. La directora general, María José Echevarría Moreno, ha remitido un escrito al CSN ofreciendo la colaboración de las autoridades gallegas para cualquier coordinación adicional que pueda ser necesaria.
Hasta el momento, la expedición francesa ha logrado localizar los primeros 1.000 bidones radiactivos en los fondos marinos frente a la costa de Galicia. Se estima que entre los años 1940 y 1985 se vertieron más de 220.000 bidones con material radioactivo en esta zona del Atlántico, una práctica que era habitual en aquella época debido a la diferente conciencia ambiental y a la legislación existente en aquellos tiempos.
De hecho el vertido de residuos radiactivos en los océanos fue una práctica extendida internacionalmente durante gran parte del siglo XX, antes de que se establecieran regulaciones y tratados para proteger el medio ambiente marino. En 1972, el Convenio de Londres sobre la prevención de la contaminación del mar por vertimiento de desechos y otras materias prohibió el vertido de residuos radiactivos de alta actividad, aunque los de baja actividad siguieron permitidos hasta 1993.
Actualmente, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y otros organismos internacionales trabajan en la vigilancia y control de los antiguos vertidos radiactivos en los océanos, así como en el desarrollo de tecnologías para su posible recuperación o estabilización in situ. Sin embargo, la gran profundidad a la que se encuentran muchos de estos bidones y su dispersión en vastas áreas marinas dificultan enormemente las tareas de gestión.
La eurodiputada del BNG Ana Miranda también ha solicitado información a la Comisión Europea sobre este tema, recordando que es la cuarta vez que lo hace. Miranda critica que Galicia haya recibido «la basura europea» en el pasado y que, a día de hoy, la Unión Europea no haya tomado medidas al respecto.
Quedan aún muchas preguntas por responder en torno a los bidones radiactivos localizados frente a la costa gallega: ¿Cuál es su estado de conservación tras décadas sumergidos? ¿Qué niveles de radiactividad presentan actualmente? ¿Suponen un riesgo real para el medio marino y la salud humana? ¿Es viable su extracción y gestión en tierra? Las administraciones y organismos competentes tendrán que trabajar conjuntamente para dar respuesta a estos interrogantes y tomar las decisiones más adecuadas para proteger el medio ambiente y la seguridad de la población.