¿Y si dijéramos, de pronto, la verdad?

El rey va desnudo. ¿Conoce el cuento? Dos sastres le venden a un monarca un traje inexistente, diciéndole que solo las personas inteligentes pueden verlo. El soberano y sus aduladores, que únicamente observan un vacío, manifiestan, sin embargo, su admiración ante ese prodigio de sastrería, por temor a ser tildados de tontos. Hasta que, cierto día, el rey, vestido de la nada, desfila desnudo por las calles de su reino. Y, de pronto, un niño exclama: “¡El rey va desnudo!”. Perdonen las reiteraciones. Dicen que frecuentemente la verdad anida en los niños o en los borrachos… En la actualidad hay muchos sastres que se enriquecen del postureo, de la «pijería», de la cobardía ancestral de los humanos, esa que les impide decir la verdad o, al menos, su verdad. El mundo del pseudo arte moderno o de la gastronomía son dos ejemplos claros de esa gente que aplaude lo que no tiene valor, que vitorea una tomadura de pelo, que finge emocionarse ante un cuadro confeccionado por uno de esos dos sastres contemporáneos, para no aparentar ser imbécil. Y, al hacerlo, certifica que lo es. Hay vividores que se lucran a costa de vuestra falta de valor…

¿Cómo combatirla? ¿Y si en vez de atacar el postureo os aprovechaseis de él? Aquí le sugiero, amigo lector, dos propuestas para enriquecerse ante tanto pícaro ilustrado. A saber…

I.- Localice un restaurante de esos en los que la forma prevalece sobre el fondo: la cantidad. Uno de esos en los que la cocina se «deconstruye». Uno de esos, sí, en los que la factura abultada es signo de exclusividad. «Ayer cené en…». Una vez hallado ese establecimiento de calidad, coloque usted, enfrente, un cutre puesto de perritos calientes y hamburguesas… Le aseguro que se forrará. ¡Bendito kétchup!

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II.- Soborne al director de una galería de arte para que le deje exponer ese microondas que se le rompió. Busque para su «obra» un título llamativo… Y una justificación. Póngale un precio alto… No lo dude… Se venderá…

Cuando se falta a la verdad, cuando no hay agarraderas, cuando se hace de una toga un lodazal, cuando alguien manipula un texto que debería ser muy sencillo (siete votos), cuando… Cuando las siglas se deshacen… Y cae una «P» (a no ser que sea sinónimo de quebrado) y una «S» y    una «O» y una «E»… Cuando… Cuando eso pase, ojalá    tengamos la valentía y la dignidad de vociferar lo evidente: que todo, a la postre, se reduce, por ejemplo,    a siete votos… Cuando seamos capaces de exclamar que ese cuadro es una caca y ese    menú una porquería; cuando seamos valientes y entendamos que la regeneración de un país pasa por esas pequeñas cosas de cada día, cuando amemos la sinceridad, algo cambiará en nuestras vidas y en nuestro entorno…

Con la que está cayendo, ¿cómo podrá un padre educar, hoy,   en la verdad? ¿Cómo podrá un padre educar en la honradez? ¿Cómo en la dignidad? Esperemos que, alguna vez,    todos seamos niños y capaces, por lo menos, de decir que el rey va desnudo…

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